Siguiendo el tono de revisitar el fin de la Segunda Guerra Mundial y los cambios que generó en la configuración del sistema internacional, se encuentra la primera fase de la relación bilateral entre China e India.
“Hindi-Chini Bhai Bhai” es el eslogan que utilizó Jawaharlal Nehru para dar un calificativo de hermandad entre estas dos repúblicas emergidas hacia finales de la década de los cuarenta. En ese momento, el espíritu de promover el panasianismo y la construcción de una buena vecindad fueron ejes dentro de la región. Para este par en particular, significó erigirse como dos Estados clave en la región a través de una serie de características en común como lo eran: ser dos grandes civilizaciones dentro de la región, la historia compartida, la resistencia frente al colonialismo europeo y tener problemas económicos similares. Aunado a esto, un rasgo particular y que marcó al “Hindi-Chini Bhai Bhai” fue el reconocimiento diplomático que Nehru dio inmediatamente a la república liderada por Mao. Sin embargo, este “bromance” fue desafiado por los reclamos fronterizos y la huida del Dalai Lama en 1959. Esto llevó a una confrontación en 1962 de la cual Mao salió victorioso.
Los caminos que cada uno de estos países tomó durante la Guerra Fría y su cercanía o lejanía con las superpotencias del momento dieron como resultado alejamiento entre ellos. Pasando de una relación cercana a una lejana y compleja, en donde el nacionalismo de cada uno de estos fue un determinante para construir la visión que cada uno tenía del otro. No obstante, el ascenso económico y la clasificación de Jim O’neil con la creación de los BRIC’s retornó a ambos a un camino cercano.
Con el inicio del siglo XXI, la relación se orientó a coincidir en espacios guiados por la cooperación en temas en común como economías emergentes. Aunado a esto, un rasgo a destacar es la llegada de líderes que han relanzado el nacionalismo en ambos países. Esto es el caso de Modi y Xi. Así como el liderazgo de Xi se ha enfocada al rejuvenecimiento de la nación china con el “Sueño chino”, Modi se insertó en la idea de “Imagining Greater India”. Este contexto significó un momento clave en la política exterior estadounidense para buscar un mayor acercamiento con India, como un potencial “nuevo” pivote en Asia. Ejemplo de esto es la inmediata visita de Estado de Modi a Obama en 2014 y el acercamiento con Shinzo Abe. Para esto momento, se generó un preámbulo para la institucionalización del concepto de “Indo-Pacífico”, como un constructo que desafiaba el posicionamiento chino en la región. La India de principios de siglo contaba con características para poder ser un nodo de contención a China, pues presentaba condiciones macroeconómicas que vislumbraban un mayor protagonismo en la economía global; sin embargo, la mejor característica era que India se construyó como una república con valores democráticos occidentales. Ejemplo de esto son las declaraciones de John Mc Cain:
Afirmamos que India y Estados Unidos, dos grandes potencias democráticas, pueden y deben liderar el siglo XXI en el mantenimiento de un orden internacional liberal y basado en normas, respaldado por un equilibrio de poder favorable (Mc Cain, 2014).
No obstante, a pesar de este “empuje” que Washington dio a Modi, un hecho fue que India no sólo comenzaba a crecer económicamente, sino también a experimentar y consolidar instituciones y estrategias para posicionarse a nivel regional. Tal es el caso de la falta de una claridad de estrategias en política exterior y lo no favorable que fue el resultado del plan “Make in India”. En comparación con China, estos dos elementos Beijing ya los tenía muy claros y experimentados para este momento.
Si bien, India no ha podido desplazar a China como una potencia industrial, tecnológica y manufacturera, lo que si ha logrado es no ser dependiente de las cadenas de suministro chino. Esto le ha permitido tener un panorama positivo cuando ha habido crisis económicas o desaceleración de la economía china. Sin embargo, lo que hasta ahora esto ha dejado como enseñanza es que no necesariamente esto es sostenible. Es decir, India ha demostrado una capacidad de crecimiento cuando economías como Estados Unidos y China se desaceleran, pero esto no significa que al largo plazo India pueda reemplazar a China o Estados Unidos y liderar la economía mundial.
No obstante, previo a la llegada del primer mandato de Trump, desde la academia estadounidense se comenzaba a vislumbrar la importancia que China e India tendrían en un futuro no muy lejano. En su libro “This brave new world”, Anja Manuel puntualiza sobre algunos de estos aspectos:
China e India serán poderes indispensables, más allá de que su ascenso sea pacífico o no. Ambos poseerán vetos sobre muchas decisiones internacionales, desde el cambio climático hasta el comercio global, derechos humanos y estándares en los negocios (Manuel, 2016).
Dentro de las conclusiones que identificaba Manuel (2016) están la relación militar, la economía y el orden institucional. Sobre lo militar, desde entonces se identificaba como un punto vulnerable en la triangulación, pues pese a la cooperación que tiene India con China y Estados Unidos en este rubro, siempre se ha denotado la desconfianza. Ejemplo de esto es el largo proceso de inserción de India en la Organización de Cooperación Shanghái, ya que logra ser reconocido como miembro hasta 2017 después de ostentar varios años el papel de observador. De igual manera, esta desconfianza ha llevado a revivir los problemas fronterizos en los últimos años, siendo 2025 el suceso más reciente.
En lo económico, que se prefiere llamar como geoeconómico, China ha consolidado proyectos clave en la región y en la agenda de las economías emergentes. Por un lado, los corredores y las rutas marítimas de la Franja y la Ruta parecieran estar trazadas de manera estratégica para reducir la dependencia geográfica de China con India, pero al mismo tiempo, aíslan y dotan de infraestructura a sus vecinos, en donde Paquistán ha sido muy beneficiado. Cabe agregar como nota que la relación entre China y Paquistán también es un vínculo que desestabiliza a India ante la historia que Nueva Delhi e Islamabad tienen. Aunado a esto, la salida de India del RCEP también es una acción que evidencia la falta de madurez de la economía india para competir directamente con los países del Este de Asia en sectores estratégicos. Por último, la evolución de los BRICS hacia los BRICS+ en una agenda liderada principalmente por Beijing también tiene un peso considerable. No obstante, pese a esto, y los costos de la crisis de la pandemia, India también ha avanzado en la búsqueda de diversificación de sus socios en Asia, en donde Japón y Taiwán han tenido un mayor protagonismo en los últimos años. En este aspecto, Taiwán percibe a India como un aliado natural en la expansión de la industria de los semiconductores y los alcances geopolíticos que esto pueda tener.
Sobre el orden institucional, la última década ha permitido un mayor posicionamiento de China ya no sólo como un Estado protagónico en las organizaciones internacionales; sino como un Estado que critica y aboga por una nueva gobernanza a través de un discurso que pone sobre la mesa la inclusión del Sur Global en el rediseño del orden institucional.
El retorno de Trump y su política industrial y comercial bajo la visión de MAGA se ha convertido en un disruptor del viejo “Nuevo Orden Internacional”, pues las consecuencias del sistema de aranceles recíprocos han mermado en los pivotes asiáticos de Estados Unidos. La llamada “diplomacia de gánster” de Trump (Matsumura, 2025) ha puesto sobre la mesa el cuestionamiento sobre el grado de compromiso y corresponsabilidad entre Estados Unidos y países como Japón e India, pues compartir valores democráticos ya no es una garantía en el pragmatismo de MAGA y los mecanismos de coerción utilizados para sobreponer los intereses nacionales de Estados Unidos. Todo este panorama ha permitido ventanas de oportunidad para Beijing hacia una reconfiguración de “alianzas”.
La visita de Wang Yi a India representa capitalizar en un timing estratégico el replanteamiento de esta relación. Las reuniones de Wang Yi con Subrahmanyam Jaishankar y Narendra Modi son un mensaje contundente, pues muestran cómo una “amenaza” común permite un acercamiento entre países que durante décadas han tenido una relación tensa y de competencia. Sin embargo, el factor Trump ha hecho que se abra un diálogo para temas comerciales entre dos economías clave. ¿Por qué India es una economía clave en 2025? La respuesta la ha dado el FMI con su World Economic Outlook, ya que India está proyectada para ser la economía que más crezca en este año con un 6.4 %, mientras que de China se espera llegue a un limitado 4.8%. Se especula mucho sobre el papel que India pueda tener en la economía mundial para 2025 y 2026, a lo que Beijing ha entendido que es mejor una “dinámica positiva” que potencializar su vulnerabilidad.
¿Cuál es la moneda de cambio desde Beijing? La respuesta también es muy contundente: acceso a tierras raras. El monopolio chino sobre estos commodities se ha convertido en la mayor ventaja que puede dar Beijing a estos países que dependen de ellos para seguir avanzando en tecnología. Las tierras raras son hoy los “caramelos” que apaciguan a las relaciones más complejas en Beijing. No obstante, pensar que esto es una concesión de alto costo para China es sumamente simplista, pues en pleno 2025 no podemos limitar el análisis del posicionamiento económico chino a dinámicas comerciales e inversiones, ya que posee una ramificación altamente compleja gracias a la armonización de su política industrial, comercial, monetaria, y sus claras metas a corto plazo.
La evolución de la relación entre China e India definitivamente ha estado determinada por factores externos. Sin embargo, algo que se sabe desde Beijing es que para remar la tormenta en el mar que es Trump, es mejor hacerlo en conjunto y no solos; esto sin importar las diferencias históricas. Como tarea queda observar cómo se dará continuidad a este “diálogo positivo” para articular redes que potencialicen industrias y áreas complementarias.

