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Cuentos chinos

Posted on octubre 1, 2025

Mario Rodríguez

Una pregunta resuena con insistencia, y esa, está relacionado con el desarrollo chino.

¿En realidad China está construyendo una planta solar orbital?

En los últimos meses, han circulado en redes sociales y medios alternativos afirmaciones audaces: China está construyendo una planta solar orbital de un kilómetro de ancho a 36 000 km de la Tierra, capaz de enviar energía limpia las 24 horas del día.

Algunas versiones incluso aseguran que ya hay un cronograma detallado hasta 2050, con prototipos en marcha y cohetes listos para ensamblar estructuras espaciales “como bloques de Lego”.

¿Qué hay de cierto en estas afirmaciones? ¿Es viable técnicamente? ¿Y qué dice la ciencia real al respecto?

El proyecto sí existe… pero está en fase experimental. Eso que significa.

Lo primero que hay que aclarar es que China sí tiene un programa activo de investigación en energía solar espacial el cual se llama Space-Based Solar Power, o SBSP por sus siglas en inglés.

Este esfuerzo no es nuevo ni secreto, lo anunció la Universidad de Electrónica y Ciencia y Tecnología de China (UESTC) y el Centro de Investigación de Energía Espacial de Chongqing, con apoyo del gobierno central.

En 2022, la Administración Nacional del Espacio de China (CNSA) y el Ministerio de Ciencia y Tecnología incluyeron el SBSP como una “tecnología estratégica clave” en su plan quinquenal. Según un informe del South China Morning Post (marzo de 2022), investigadores chinos probaron con éxito en laboratorio la transmisión inalámbrica de energía a pequeña escala, y planean lanzar un satélite experimental de 10 kW para 2028.

“Nuestro objetivo es construir una estación de energía solar en órbita geoestacionaria para 2050”, declaró Yang Sheng, director del proyecto en la Universidad de Chongqing, en una entrevista con Xinhua en 2021.

Esto confirma que el cronograma mencionado —2028, 2030, 2035, 2050— proviene de declaraciones oficiales, aunque se trata de metas aspiracionales, no de hitos garantizados.

¿Es técnicamente viable?

La idea de recolectar energía solar en el espacio y transmitirla a la Tierra no es nueva. Fue propuesta por primera vez en 1968 por el ingeniero estadounidense Peter Glaser. La ventaja es clara: en órbita geoestacionaria, los paneles solares reciben luz solar sin interrupción, con una intensidad hasta 8–10 veces mayor que en la superficie terrestre, según la NASA.

El proceso descrito, conversión a electricidad, transformación en microondas, transmisión a rectennas en tierra, es físicamente posible y ha sido demostrado en experimentos a pequeña escala.

Aquí unos ejemplos. En 2023, investigadores del California Institute of Technology (Caltech) lanzaron el satélite MAPLE, que logró transmitir energía solar desde el espacio a un receptor en la Tierra. En Japón ha invertido en SBSP desde los años 90, y la agencia espacial JAXA ha demostrado transmisión de microondas con eficiencias superiores al 80% en pruebas terrestres.

Sin embargo, la escala industrial sigue siendo un desafío monumental. Una planta de 2 GW como la que se menciona para 2050, requeriría:

  • Una estructura de varios kilómetros cuadrados en órbita (no solo 1 km de ancho, sino una superficie mucho mayor para generar esa potencia).
  • Miles de lanzamientos para transportar los componentes, incluso con cohetes reutilizables.
  • Eficiencias extremadamente altas en cada etapa: conversión solar → electricidad → microondas → recepción → red. Las pérdidas acumuladas podrían superar el 50%.
  • Preocupaciones de seguridad: aunque los haces de microondas serían de baja intensidad (comparables a la luz solar), la percepción pública y los riesgos de interferencia con aviones o satélites siguen siendo obstáculos regulatorios.

¿Y el cohete Long March-9?

Aquí hay un error común. El Long March-9 está en desarrollo, sí, pero no es reutilizable en su diseño actual. Es un cohete superpesado, comparable al SLS de la NASA o al Starship de SpaceX, con una capacidad estimada de 150 toneladas a órbita baja. Sin embargo, su primer vuelo no está previsto antes de 2033, y su propósito principal es la exploración lunar y misiones tripuladas a Marte, no el ensamblaje de plantas solares.

China sí está trabajando en cohetes reutilizables, como el Long March-8R, pero ninguno tiene la capacidad de carga necesaria para ensamblar estructuras de kilómetro en órbita geoestacionaria en la próxima década.

¿Por qué tanto entusiasmo?

El interés de China en el SBSP responde a una estrategia más amplia: lograr independencia energética y liderazgo tecnológico. Con una demanda eléctrica en constante crecimiento y compromisos de carbono neutralidad para 2060, Pekín busca soluciones disruptivas. Además, el dominio de tecnologías duales (civil y militar) como la transmisión inalámbrica de energía tiene implicaciones estratégicas.

Pero es crucial no confundir visión a largo plazo con realidad inmediata. Como señaló el físico Dr. Paul Jaffe, experto en energía espacial de la Marina de EE. UU., en una entrevista con IEEE Spectrum (2023), dijo: “La energía solar espacial es técnicamente factible, pero económicamente inviable con la tecnología actual. Necesitamos reducir los costos de lanzamiento en un factor de 100 y mejorar la eficiencia de conversión en un 50%. Eso no ocurrirá antes de 2040, incluso en el mejor de los casos”.

En conclusión: el proyecto implica mucha ambición, pero con los pies en la Tierra

China sí está invirtiendo seriamente en energía solar espacial. Tiene un programa estructurado, metas públicas y avances reales en laboratorio. Pero no está construyendo una planta de 1 km en órbita hoy, ni tiene un cohete listo para ensamblarla “como Lego”. El cronograma hasta 2050 es una hoja de ruta aspiracional, no un plan ejecutado.

Mientras tanto, Occidente no se queda atrás: EE. UU., Reino Unido, Japón y la Unión Europea también tienen programas activos de SBSP. La diferencia es que China comunica sus metas con mayor audacia, lo que a veces se interpreta como logro cuando aún es solo intención.

En última instancia, la verdadera lección no es que “China construye puentes mientras otros levantan muros”, sino que el futuro energético exigirá cooperación global, no solo competencia. Porque, al final del día, de acuerdo con el modelo económico que impera en el país pionero, la energía solar del espacio, si alguna vez se materializa, podría beneficiar a toda la humanidad, no a una sola nación, bien podría convertir en millonario a un individuo o grupo de accionistas, todo dependerá quién llega primero.

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