Con solo dos meses al frente del ejecutivo, Bernardo Arévalo se enfrenta una amenaza más. Esta vez proviene del magisterio, o de una parte de los maestros pertenecientes al sindicato de trabajadores. El dirigente magisterial Joviel Acevedo se presentó al congreso de la República para hablar con diputados sobre el pacto colectivo y defender el seguro médico privado escolar que fue derogado por la corrupción.
Llamó mucho la atención su vehemente defensa del seguro médico, lo que resultó siendo paradójico al ser un sindicalista del sector público quién abogará por un mecanismo privado en el sistema educativo implementado por una de las peores ministras de educación en la historia reciente.
Los argumentos esgrimidos sobre el incumplimiento del pacto colectivo, que fue negociado y establecido mucho antes que el seguro se estableciera, dejaron muchas dudas sobre su verdadero interés. Pero eso no impidió que se presentará un amparo para revertir la suspensión en la Corte de Constitucionalidad, lo que abrió otro frente en contra el ya asediado presidente Arévalo.
La acción sindical del STEG, desde los tiempos de Enrique Torres, se enfocó en la lucha económica y principalmente en el incremento salarial para los maestros y maestras que conforman el sistema educativo. Los pactos colectivos lograron disputar la distribución de los presupuestos públicos para mejoras laborales. Fue un triunfo a medias, por que abrió la puerta para la cooptación de los sindicatos del sector público.
A cambio, su dirigencia pactó con el diablo garantizando la gobernanza del sistema, que incluye, además, respecto al modelo económico y educativo neoliberal, convertirse en un grupo de choque contra los opositores y aceptar la privatización de importantes segmentos del sistema educativo nacional, como lo muestra la defensa de un seguro privado de millones de quetzales.
Es cierto que la destrucción del sistema educativo inició mucho antes. También es cierto que las reivindicaciones laborales y salarias es una forma de lucha de los trabajadores. Pero todos esos triunfos logrados por el STEG, no solo se han revertido, también han comprometido la lucha, sustituyendo la dignidad, por la corrupción.
Las mejoras salariales establecidas en el pacto colectivo se revirtieron hace tiempo, pero la pérdida de derechos se ha profundizado paulatinamente. Solo va quedando el compromiso de la dirigencia por defender al sistema corrupto, y lo que es peor, se compromete a los afiliados en cruzadas a favor de políticos corruptos que quieren la destrucción de la educación.
La dirigencia sindical es cómplice de esa lógica anti sindical que ha permitido disciplinar a los trabajadores, castrar la acción de confrontación desterrando de raíz la lucha de clases. Ahora el sindicado y su “líder” se presentan abiertamente como aliado de la corrupción, un “colaborador” del anterior régimen corrupto que se niega a morir.
Pero lo sorprendente de la protesta actual, no fue la defensa oficiosa de la corrupción que generó Giammattei, más bien, fue el sentirse parte de esa cruzada corrupta que azota al país y que actúa con prepotencia e impunidad, llegando al extremo de despotricar contra cualquier que lo cuestioné.
Su presencia dejó la ilustrativa estampa del sindicalista venido a menos que ya no negocia su inclusión en los presupuestos públicos, más bien, reclama los beneficios obtenidos con los regímenes anteriores y las dádivas de negocios turbios.
Por qué el dirigente magisterial reclama con vehemencia esta situación un seguro privado que operó a distancia y de manera digital, con poca cobertura y sin beneficios real algunos, pero que, al parecer, generó muchas ganancias personales.
Lo hace porque se sabe impune, protegido por el pacto de corruptos y por qué sabe que es la única manera de sobrevivir. Lo hace para incordiar al gobernante actual y de paso, demostrar lealtad al pacto corrupto.

