Mario Rodríguez A.
A pesar de las negociaciones comerciales en curso entre Estados Unidos y la República Popular China, el escenario de rivalidad estratégica está dando un giro decisivo e importante que puede reflejar más un enfrentamiento directo, que un acuerdo comercial que satisfaga a todos los involucrados. Esto porque ya no se trata únicamente de aranceles, sanciones o disputas en foros multilaterales. Ambos países están desplegando herramientas regulatorias de alto impacto que apuntan directamente al corazón de las cadenas globales de suministro tecnológico e industrial de los dos países, lo que al final puede desembocar en un enfrentamiento abierto y decisivo, más allá de la guerra comercial en curso.
Por ello, es importante estudiar los hechos recientes para tener una panorámica más completa que pueda ilustrar con claridad, cómo dicha confrontación se está intensificando y cómo a partir de las decisiones que se están tomando al respecto, el orden económico global comienza a reconfigurarse.
En el ámbito diplomático, China está utilizando la Resolución 2758 de la ONU del año 1971 para reforzar su postura sobre Taiwán, y lo hace de forma cada vez más explícita en foros multilaterales. Por su parte, Estados Unidos refuerza su disuasión en el Indo-Pacífico y reafirma su apoyo político y militar a Taiwán, pero manteniendo su ambigüedad estratégica al no comprometerse explícitamente a defender militarmente a la isla en caso de un ataque chino, pero tampoco descartarlo, manteniendo así la incertidumbre en Pekín.
Este es importante porqué Taiwán representa la cuña sobre la cuál Estados Unidos establece su presión directa sobre China, tomando en cuenta que ahora mismo Taiwán se convierte en el factor esencial para el control de la cadena global de chips, si asumimos que la empresa TSMC produce el 90% de los semiconductores avanzados existentes, pero que requieren materias primas que China posee.
Pero está disputa diplomática es un síntoma de la escalada asimétrica. China responde con una ofensiva sin precedentes en el terreno de los controles de exportación. En una serie de cuatro anuncios consecutivos, el Ministerio de Comercio de China ha impuesto restricciones que van mucho más allá de las materias primas y abarcan equipos especializados, conocimiento técnico y componentes críticos en tres sectores vitales, los semiconductores, las baterías de alto rendimiento y los componentes para la fabricación de partes de precisión. Para Global Times, el vocero del partido comunista chino, “la mejora de la gobernanza de las tierras raras salvaguarda la estabilidad de la cadena de suministro global”
Hay que tomar en cuenta que China controla entre el 60 y el 70% de la minería de tierras raras, más el 85% de su procesamiento. Con un nuevo régimen regulatorio, cambia las reglas del ecosistema técnico, desde los hornos de sinterización, hasta los extractos químicos, impactando directamente en el uso de las tierras raras en chips utilizados en 14 nanómetros, que se refieren a circuitos integrados en los microprocesadores, cuyo proceso de fabricación utiliza esa tecnología. Los 14 nanómetros es una medida aproximada del tamaño de las características más pequeñas que se pueden imprimir en el silicio durante la fabricación del chip, como la longitud de la compuerta de los transistores.
Para producir estos componentes se requiere una aprobación del ministerio de comercio para el uso de materiales que posee China y que son esenciales para los imanes de alta potencia usados en las máquinas de litografía de ASML, así como en las películas delgadas en procesos de deposición en obleas, que son utilizadas como catalizadores en la purificación de gases ultra puros.
Al exigir licencias para su uso en semiconductores avanzados, China no está bloqueando la exportación de minerales, pero sí, ejerce un veto sobre su aplicación final, y lo hace con carácter extraterritorial, aplicando la misma política que Estados Unidos ha realizado en los últimos años sobre el control de los chips; la diferencia ahora es que China logra una ventaja estructural y estratégica, pues no se podrá producir chips sin pasar, directa o indirectamente, por el aval chino.
En las últimas disposiciones emitidas por el organismo rector de comercio chino se incluye también a las baterías de alto rendimiento. Los controles que se introducen incluyen ánodos de grafito sintético y materiales catódico que son componentes claves en las baterías de litio, equipos para fabricar hornos y recubrimiento por pulverización y las baterías de densidad energética, esenciales para vehículos eléctricos de largo alcance, utilizadas principalmente por marcas como Telsa y BYD.
Esta restricción también incluye a las baterías utilizadas en la fabricación de drones militares, los mismos que son utilizados en la guerra en Ucrania y que son producidos por Taiwán. Esto tendrá impacto directo en Estados Unidos y especialmente en los países de la Unión Europea, quienes están involucrados en una carrera contra el tiempo, con el dilema de impulsar las energías renovables, y para que no fracase su transición energética, la Unión Europea, que carece de fuentes energéticas viables, requiere acceso a materiales chinos y sus equipos de procesamiento para que sus cadenas de suministros no se trunquen.
Hay que entender que los controles sobre diamantes industriales sintéticos y herramientas de corte ultra duras impactan en industrias aeroespacial y médica, dado que estos se utilizan para cortar obleas de silicio, pulir lentes satelitales y fabricar turbinas de avión. China con esto controla la capacidad productiva de los países que requieren estos materiales y equipos para producir componentes de alta precisión.
El Anuncio No. 56 de 2025 del Ministerio de Comercio no es un listado burocrático, ni debe verse como el establecimiento de regulaciones arancelarias, es más bien, un manual de soberanía industrial. China está reclamando su lugar en la reconfiguración del nuevo orden mundial, dejando de ser la fábrica del mundo, para convertirse en el principal abastecedor y gestor del taller mundial. O como a los estadounidenses les gusta decir, es el CEO de los procesos tecnológicos de alto impacto en la economía actual.
Los acuerdos detallan con precisión quirúrgica los equipos, hornos, tanques, trituradoras y sistemas de control que ahora están sujetos a licencias. La especificidad técnica, como hornos con temperatura ≤850°C o electrolizadores con densidad de corriente de 5–7 A/cm², por mencionar dos ejemplos claros, revela que China no solo controla la materia prima, sino también el conocimiento empírico acumulado durante décadas para transformar dichos materiales de manera más eficiente. Este nivel de detalle no es accidental. Para China, las medidas de control de tierras raras, representan una extensión natural de su sistema de gobernanza moderno en el campo industrial. Al regular el acceso a estos equipos, Pekín asegura que cualquier intento de “desacoplar” las cadenas de suministro no solo sea costoso, sino técnicamente inviable a corto y mediano plazo.
Es importante relacionar estos hechos con las reacciones que desde Estados Unidos se tienen. Ahora que Trump está preocupado por la Paz mundial y enfadado, al mismo tiempo, por no recibir el Premio Nobel de la Paz. Así que en un movimiento que ha pasado casi desapercibido en los medios internacionales, Donald Trump ha presionado para prohibir a las aerolíneas chinas volar sobre el espacio aéreo ruso en sus rutas hacia y desde Estados Unidos. Su argumento es simplón, diciendo que este atajo geográfico, posible gracias a la alianza entre China y Rusia, les otorga una ventaja competitiva injusta a las aerolíneas chinas frente a sus contrapartes estadounidenses. A esto se suma la reciente amenaza de no vender partes y repuestos de avión Boing a la flota china, tomando en cuenta que la mayor parte de la aviación comercial china utiliza este tipo de avión.
Más allá de la lógica económica, esta propuesta refleja una tendencia creciente en la política exterior estadounidense, la instrumentalización de la infraestructura logística y de transporte como herramienta de contención geopolítica. Al tratar de limitar el acceso de China a rutas aéreas eficientes, EE.UU. busca imponer costos operativos adicionales a empresas chinas, erosionando su competitividad global. Aunque técnicamente compleja y potencialmente cuestionable bajo normas de aviación internacional, la medida simboliza una nueva fase en la guerra comercial, que es la guerra de la movilidad y que se inserta, en esta lucha que anteriormente describimos, en relación al control de las cadenas de mercancías globales.
La otra medida adoptada por Estados Unidos, como reacción al control de tierras raras por parte de China se produjo casi de inmediato y fue más de los mismo, un incremento del 100% a los aranceles de todos los productos que ingresan a Estados Unidos y una prohibición de acceso total a los programas de computación críticos. ¿Es predecible esta medida? Sí, y eso es precisamente el problema. Los controles a la exportación de software y aranceles del 100% muestra el patrón histórico de Trump desde su primer mandato. Basta recordar que durante los años 2017–2021 usó los aranceles como herramienta principal de presión, imponiendo sanciones tecnológicas contra Huawei y priorizó tácticas de «shock» sobre estrategias estructurales para frenar el desarrollo tecnológico chino.
Pero China se anticipó y desde el 2018 fue reduciendo su dependencia del mercado de Estados Unidos, cuyos montos se han ido reduciendo de manera constante, en solo seis años sus exportaciones se han reducido en un 22%. Al mismo tiempo aceleró su autarquía tecnológica, acopiando fondos masivos para la fabricación chips, desarrollo software propio, por ejemplo, el sistema operativo HarmonyOS para sustituir el sistema operativo de los teléfonos Huawei, el aparecimiento de la inteligencia artificial DeepSeek, de acceso abierto y gratuito.
En el ámbito comercial China diversificó sus mercados a través de la ASEAN, lo que incluye a Rusia, Medio Oriente, América latina y sobre todo, logró fortalecer los BRICS y recientemente la Organización de Cooperación de Shanghái. En conclusión, China ya no depende dele mercado de Estados Unidos para impulsar su crecimiento económico. El incremento de su producción está impulsado ahora, por su mercado interior. Su esfuerzo por sacar a millones de personas de la pobreza provocó una ampliación del mercado interno y generó un incremento de la demanda que impulsó el consumo, incrementó la inversión, mejoró la infraestructura y abrió nuevos mercados a la exportación de sus productos. Adicionalmente, empresas chinas ya relocalizaron su producción a Vietnam, Tailandia y otros países para eludir los aranceles. Al final, este incremento tendrá una repercusión negativa para Estados Unidos, pues sufrirá con el incremento de los precios para sus consumidores, una mayor inflación y mayor presión para la Reserva Federal para mantener el dólar como moneda de reserva mundial, el sostén de su economía.
Sobre las restricciones al software crítico, China ha desarrollado una plataforma tecnológica con software propio, como alternativa a los bloqueos que ha sufrido. Se ha enfocado en sistemas operativos, bases de datos, inteligencia artificial y computación cuántica. Solo la empresa Huawei ha desarrollado Ascend AI chips, MindSpore, OpenEuler, OpenHarmony. Y todas las instituciones del gobierno y las empresas estatales están obligados a utilizar los programas nacionales. El cuello de botella lo constituye las herramientas en que se diseñan los chips y sus sistemas de fabricación, en dónde China ha impuesto sus vetos comerciales para controlar esas cadenas productivas y evitar así, sufrir por sanciones o expulsiones arbitrarias de otros países o empresas.
Con anterioridad China impuso controles a la exportación de metales críticos, como el galio, germanio y el antimonio, que forman parte de componentes críticos de los cuales depende la fabricación de chips, radares militares y baterías. En el 2023, la reacción de Estados Unidos fue incrementar los aranceles. Ahora China impone más controles a tierras raras y sus procesos productivos, pero también limita las exportaciones a baterías, paneles solares y productos farmacéuticos. Y la reacción es la misma, aranceles del 100% para todos los productos.
Con esto, China forzó a Estados Unidos a reaccionar, pero, su jugada fue la prevista, imponer aranceles a las importaciones china. Quizás porque no tenga otras armas o instrumentos de presión, quizás, porque en el tablero de ajedrez mundial Estados Unidos se ha quedado sin movimiento y está a punto de perder su hegemonía.
China ya no les teme a los aranceles, diversificó su producción, sus mercados y amplio su demanda interna. También es autosuficiente en el desarrollo tecnológico, eliminó la dependencia al software estadounidense y mantiene el control de los minerales críticos para el desarrollo tecnológico, la manufactura y la energía. Y su alianza estratégica con Rusia, le permite ampliar su soporte energético.
Si esto no es una guerra comercial, seguramente es un enfrentamiento directo por la soberanía digital, el desarrollo tecnológico y sobre todo, por el predominio y control de las cadenas de suministros.
En conclusión, Estados Unidos sigue dependiendo de China para materiales y componentes esenciales, mientras que China es más autónoma en producción, sigue teniendo acceso al mercado de Estados Unidos por su eficiencia y sus costos reducidos, pero ya no depende del mismo para su desarrollo. Pero el equilibrio se está inclinando. Estados Unidos sigue adoptando medidas unilaterales y ahora se enfoca a separar países de la órbita de influencia china, al mismo estilo con que actuó durante la guerra fría, frente a la supuesta “amenaza soviética”. Al adoptar la misma lógica de “seguridad nacional” que Washington usa para justificar sus controles de chips, China demuestra que ha aprendido la lección y que, en la guerra económica moderna, quien controla los cuellos de botella, controla el futuro.
Por tanto, al implementar la misma respuesta, Trump no muestra fortaleza y empeño por frenar una medida que afecta directamente sus intereses nacionales, más bien, se muestra débil y falto de ideas. En ese escenario, los aranceles dejan de ser un arma de presión y se convierten en una respuesta predecible, cuyos costos internos son negativos para el propio Estados Unidos y son menos efectivos para contener al país que ahora mismo le discute la hegemonía económica.
Nos encontramos ante un punto de inflexión cuyas ondas expansivas ya están afectando las economías periféricas. Las regulaciones comerciales ya no son meros instrumentos económicos, sino armas de disuasión y coerción en una rivalidad sistémica y que en la práctica le ponen el punto final al libre mercado e instaura el comercio regulado. Pero también, muestra los límites de la extraterritorialidad. La interdependencia a una política fracasada que ya no garantiza estabilidad. Es el inicio de una nueva fase en la reconfiguración del orden tecnológico global, en donde China ha dejado claro que no tiene intención de ser espectadora.

