Giammattei se presentó en la Asamblea General de Naciones Unidos con un discurso servil, para recordar a Estados Unidos los servicios que le presta, a cambio del apoyo de ese país al golpe de Estado en marcha.
Con una desfachatez increíble propia de un mitómano profesional, dijo que en Guatemala todo marcha bien, incluso aseveró que dejará el cargo el próximo año y entregará la presidencia el 14 de enero, pase lo que pase. Y lo presentó como un logró, no como una obligación.
Tampoco podía faltar la condena a Rusia, el apoyo a Ucrania y el llamado a favor de Taiwán para que se le permita ingresar con plenos derechos a las Naciones Unidas.
Con pose de estadista, pero con total desfachatez pidió que las naciones del mundo incrementen la lucha internacional contra el tráfico de drogas y la trata de personas, cuando en su gobierno se convive con el crimen organizado y se permite el trasiego de drogas y de personas de forma descarada.
Más allá del evidente desinterés de muchos países del mundo por lo que sucede en Guatemala, el discurso de Giammattei intentó gestionar el golpe con el departamento de Estado, y lo hizo de forma directa, asumiendo la conducción del golpe de Estado.
Recurrió a los grandes temas que a la diplomacia gringa le interesa y tienen prioridad en su agenda. Lo hizo mintiendo, y para ello se apoyó en el lobby judío, en los defensores de la guerra, en la derecha fascista y los anti chinos. Al final le pidió al mundo, sin mención directa, una vía libre para la continuidad de la corrupción y la impunidad en el país.
Los que escuchamos el discurso nos preguntamos si era la Guatemala que conocemos, a la que se refería el presidente. Quizás vivimos en otro país, pero es claro que quién habló en Naciones Unidos fue un mentiroso profesional. Un mitómano desvergonzado. El principal golpista.

