El llamado «pacto de corruptos» en Guatemala parece haber encontrado un nuevo integrante. Este grupo, compuesto principalmente por políticos y funcionarios señalados de desfalcar los fondos públicos, tiene algo más en común, aparte de su afición por la corrupción: muchos de sus miembros tienen prohibido el ingreso a Estados Unidos debido a que aparecen en la lista negra del gobierno estadounidense, lo que implica la cancelación de sus visas.
Sin embargo, recientemente se ha sumado a este controvertido grupo, un personaje inesperado: el ex presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Óscar Arias Sánchez. En los años ochenta, Arias fue un destacado promotor de la paz en Centroamérica, ganándose el reconocimiento internacional por sus esfuerzos para pacificar una región devastada por conflictos armados. Sin embargo, ahora su nombre figura entre los desterrados, diplomáticamente hablando, por el Departamento de Estado de EE.UU., según informó un diputado de su propio partido político.
De acuerdo con esta información, Arias recibió un correo electrónico en el que se le notificaba la cancelación de su visa sin mayores explicaciones. Aunque las razones detrás de esta decisión no han sido reveladas oficialmente, el hecho llama la atención sobre los estándares aplicados por Washington para tomar estas medidas. No es la primera vez que un ex mandatario enfrenta tal sanción; en Guatemala, por ejemplo, varios altos funcionarios han sido afectados por esta política. Algunos de ellos incluso continúan ejerciendo cargos públicos de manera descarada, como es el caso de la fiscal general, quien también enfrenta restricciones de viaje, pero por corrupción.
Lo que distingue el caso de Arias de otros involucrados en el «pacto de corruptos» guatemalteco, es que, hasta ahora, no hay evidencia pública de que enfrente procesos judiciales por actos de corrupción. Esto plantea interrogantes sobre los criterios utilizados por el gobierno estadounidense para incluir o excluir nombres de su lista negra. Mientras tanto, el ingreso de Arias a este selecto pero infame grupo deja claro que nadie está exento de ser señalado, independientemente de su historial o reconocimientos internacionales.

