El último partido de la Scratch du Oro sucedió en el mundial de Francia 98 cuando un equipo plagado de verdaderas estrellas de fútbol, como Kaká, Ronaldo, Roberto Carlos o Ronaldinho perdió la final contra la Francia de Sidane.
De ahí en más, Brasil es un equipo sin alma y sin estrellas. Carece de un estilo propio y está lejos de aquel juego bonito que maravillo al mundo. Y sus estrellas, más que futbolistas son millonarias vedettes.
Ayer en la Copa América el equipo que otrora fue un protagonista de copas y campeonatos, dio más pena que gloria.
Desde antes de 1998, cuando Brasil dejó el juego bonito se convirtió en una selección del montón. No solo perdió su sello distintivo, también cambio su fisionomía e imbuido en la idea neoliberal de la eficiencia, privilegio el resultado por sobre todas las cosas, pero lo hizo sin un esquema táctico que respaldará la eficacia de su juego para buscar que sus individualidades ganaran los partidos.
Eso pudo funcionar cuando existían verdaderas estrellas. Pero ahora, ya no hay jugadores que desequilibren, ni deslumbre con la contundencia de su juego.
Paqueta es uno de esos paquetes que destruye más de los que construye. Rodrygo y Endrick tienen juventud, pero poco más. Rafinha se queda en ganas, pero es tan limitado que solo alcanza para ser suplente en el Barcelona. Y sin Vinicius Jr suspendido y Neymar lesionado, Brasil no tiene gol, porque ninguno de estas “estrellas” aportan fútbol.
El futbolista brasileño deambula con su selección y el joven Endrick es la prueba de ello, al final del partido manifestó que solo tiene cabeza para pensar en el Real Madrid. El mismo camino lleva Vinicius y Rodrygo apantallados por el glamour del equipo español. Así que las palabras de Bielsa previas al partido cobran sentido. Estos futbolistas, estrellas y millonarios en sus equipos, ya no juegan al fútbol, solo venden ilusiones y es el Madrid quién factura.
Ayer en la Copa América quedó escrito el último partido de un desastroso equipo que ahora solo puede presumir de sus glorias pasadas.
Uruguay con un hombre menos, jugando al contragolpe y sentenciando en tiros de penal, dejó fuera al equipo brasileño, sin mucho más méritos que su rival. Ambos equipos jugaron a nada, con una rudeza excesiva que en nada contribuyo al espectáculo, pero que al final reflejó la mayor determinación del equipo charrúa por ganar.
Con la Verdeamarelha siempre se disfrutó del juego más que del resultado. Pero ahora, de nada se disfruta.